martes, 2 de diciembre de 2014

Lebron James ya está de vuelta (en casa)


He insistido ya en este pequeño archivo de impresiones en que el umbral de los 30 es momento de mirar atrás y reflexionar sobre el cambio acelerado de tu última década. Y es verdad que muchas veces me he preguntado qué me diría a mi mismo con 10 años menos. La respuesta la tengo clara. "Tienes derecho a confundirte, y posiblemente la necesidad de hacerlo. Las veces que sea. Con tal que aprendas de cada uno de los errores y busques el camino que de verdad es el tuyo".
Además de nuestras comparables condiciones para el basket, tengo en común con Lebron James que ambos somos hijos del orwelliano año 84, por lo que puedo suponer que se encuentra envuelto en el mismo dilema metafísico. Me alegra comprobar que parece haber encontrado la senda tras unos años de nubes bajo el sol dorado de Miami. Y como es natural, ésta lleva de vuelta al lugar que nunca debió abandonar. A casa, a la sufrida Cleveland, que le recibirá como al hijo pródigo de la parábola. No puedo evitar sin embargo tener la sensación que tanto él como yo nos podríamos haber ahorrado ciertos rodeos si desde el principio hubiéramos escuchado las sabias palabras de dos genios. Allí estaban, susurradas al viento, esperando para el que tenga oídos.

jueves, 20 de noviembre de 2014

La lluvia de noviembre (IV) Revolution, reverso... ¿tenebroso?

A pesar del monumental enfado de Lennon, Revolution nunca estuvo mejor representada que como cara B del single de Hey Jude. A la vista de los precedentes, el cambio radical debería quedarse en eso. Un plan secundario, al reverso de la senda principal del sinuoso surco del vinilo de la civilización humana. Robespierre, Lenin o Mao quizá tuvieran en común un magnífico diagnóstico de las penurias de sus respectivos pueblos. Pero más importante que eso, todos a su manera y con sus matices se convirtieron en aquello a lo que combatían: tiranos intransigentes. Salvando las grandes y sobre todo democráticas distancias, parece que Podemos toma perfectamente la temperatura a la casta. Aunque eso ya lo hicieron los Simpsons años antes. Vivimos rodeados de canteros, reunidos en sus pequeñas camarillas para amañar lo emponzoñable. Y hacerse ricos por el camino.
Quede claro que no niego a Pablo Iglesias la brillantez de la estrategia ni la oportunidad de la denuncia (aunque ya puestos, me gusta bastante más el estilo de Íñigo Errejón). Como Felipe González en Suresnes, ha lanzado el órdago en el momento preciso. O como yo quiera o sin mí. Y lo ha acompañado de una marcha atrás en la utopía. Ahora ya parece que la deuda se pagará, y que la renta no será para todos los españoles sino para los que lo necesiten. Pero luego, esa retórica marxista de conquistar el cielo chirría. Por el desastre que es el marxismo llevado a la práctica. Por lo beligerante de la expresión. Porque Marx siempre supeditó en el fondo los derechos del individuo frente a los colectivos. Y finalmente, porque el ruido sigue sin concretarse en ninguna propuesta fundamentada que llevarse a la boca.

martes, 18 de noviembre de 2014

La lluvia de noviembre (III). Warhammer o el distópico futuro de la felicidad pasada.

No sé si fue la falta de rumbo de mi tradicional paseo aleatorio por Argüelles tras la última clase del día, quizá mi inusualmente poblada barba de heavy hetero rolero-soltero o la curiosa camiseta negra que tocó en suerte en el sorteo diario frente a la balda de prendas funcionales dispuestas a embadurnarse de tiza. Pero el caso es que iba pensando en la intuición gráfica detrás del núcleo de un espacio vectorial, cuando me encontré de repente delante del escaparate de la tienda de Games Workshop, sita en la calle de Andrés Mellado.
Un sentimiento de nostalgia y nerviosismo me invadió mientras cruzaba la puerta y veía las miniaturas y sobre todo, a los jugadores de las mesas. Miradas jóvenes con brillo, llenas de ilusión e imaginación. Camisetas negras, pelo largo, rodeadas de un inconfundible acompañamiento de Heavy noventero. Discretamente, observé sus movimientos y onomatopeyas de batalla mientras las tiradas de dados iban despejando la mesa. Con disimulo, hojeé reglamentos, visualicé estrategias, apreté puños ante victorias improbables y recordé momentos inolvidables. Fue entonces cuando un joven dependiente, acreditación al cuello con el nombre de Lir, se ofreció para introducirme en el maravilloso mundo de las novedades de Warhammer. Bebí sus palabras ansioso, mientras mi timidez me impedía pedirle el Nightfall de Blind Guardian de guarnición musical. Me gustó comprobar su entusiasmo y buen trabajo. Recordando en ese momento mi análisis furtivo de los malos resultados contables del último año fiscal de la compañía, mi mente echó mano de una figurada cartera con el objetivo de llevarme media tienda.
Fue entonces cuando las todavía aisladas pero incipientes canas de mis otrora all-negras sienes hicieron mella en mi ánimo. Atropelladamente, me despedí, rumbo a la realidad, quizá temeroso de invertir el sueldo de Agosto en miniaturas y pinturas varias. No sin antes darme ganas de abrazar a toda aquella pléyade de cracks que disfrutaba el viernes tarde en aquel rincón. Y llevando en mis manos esta maravilla, quizá más acorde con mis inquietudes futuras que con un pasado que nunca olvidaré.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Agenda para un cambio contrastado (I) El origen del problema: los años expósitos (2000-2010)

De los felices 90 a los locos años 20, cada década del siglo XX recibió un subjetivo apellido en función de las sensaciones y vivencias que dejó para la historia. No existe unanimidad en las denominaciones entre países ni culturas, porque lo que en un lado va bien, puede ser que en otro vaya desastrosamente mal. No faltan tampoco las denominaciones genéricas ("los setenta" o "los cuarenta"), quizá representativas de la prudencia en calificar unos años tan diversos y convulsos. 

Pero existe un decenio sin nombre conocido ni apellido consensuado, y comprende precisamente esos años que comenzaron en la piel de toro con la hegemonía del Partido Popular y las alabanzas a su buena gestión económica, Según la célebre predicción de Sergio Dalma, bailábamos más pegados a Europa que nunca, e incluso este carácter continental se quedaba pequeño para algunos. Pero lo cierto es que, entre alabanzas al supuesto magnífico gestor que era Rodrigo Rato, se cocinaba la tormenta perfecta cuyos efectos sentimos todavía hoy. 

Por un lado, un sobreestimulado  mercado de la vivienda, que aparecía como la opción más atractiva para ganar dinero en poco tiempo e incluso mantener la riqueza por generaciones. Los bajos tipos de interés que trajo consigo el euro y el tratamiento fiscal favorable echaban combustible a una locomotora que parecía capaz de adentrarnos en un siglo XXI de bienestar nunca alcanzado. 

Por otro, una desastrosa legislación, que permitía a los agentes inmobilizadores convencer legal o ilegalmente a los necesitados y plenipotenciarios ayuntamientos de emprender farónicas obras. En muchos casos, las corporaciones actuaron dominadas por el cortoplacismo, cuando no el afán de lucro de sus insignes administradores.

Y en el medio, una sociedad que veía con despreocupación injustificada como la mayoría de sus todavía inexpertos hijos entraban en un camino a ninguna parte, abandonando los estudios seducidos por el fácil billete verde asociado al pelotazo constructor. Y sí, allí estaban también las famosas cajas, aportando el ficticio carbón del crédito cuando la máquina hacía amago de detenerse.

La apuesta aparece a posteriori como clara. Crecimiento intensivo no basado en el incremento de la productividad (hacer las cosas mejor), sino en incorporar legiones de trabajadores no cualificados a la rueda especulativa. Mientras los precios de la vivienda se incrementaron, pocos advirtieron la desnudez del Rey. Fue tras el pinchazo, ya en plena era de Zapatero el Leve, cuando todo estalló y vimos que, al contrario del consejo bíblico, no habíamos guardado en los años de vacas gordas.

Como adolescente de la época, y estudiante de Economía en los años del Boom, creo que toda una generación que ahora se pronuncia quedó marcada a fuego por los excesos de los que no eran responsables. Una manera de gestionar las instituciones como chriringuitos particulares nos ha sido legada sin comerlo ni beberlo. Las desigualdades persisten y se incrementan, y no han sido los responsables los paganos, fundamentales, sino muchos de los nuestros, De esos con los que compartíamos pupitres en el recién creado último tramo de la Educación Secundaria Obligatoria. Mientras que todos corrieron a atribuirse el mérito del crecimiento (¿con pies de barro?), la derrota no tiene padres, y los que deberían responsabilizarse nos han dejado a la puerta del hospicio. Califiquemos por tanto a aquellos años con el orgulloso apellido de Expósitos. Porque después del espejismo, es necesario el cambio, pero uno fundamentado. Comenzaremos esta segunda quincena una serie con propuestas de los que saben, no sin antes recomendar vivamente este magnífico Tour de Force. Y escuchar a los verdaderos profetas de lo que estaba por venir. A los que quizá no tuvimos en su momento la humildad de prestar atención.





miércoles, 12 de noviembre de 2014

Crónica en rosa (I) Paul Sweezy, un economista digno de Hollywood

Conocí de la existencia de Paul Marlor Sweezy (1910-2004) una fría mañana del otoño de 2003, mientras las primeras hojas desnudaban los esforzados árboles de aquel Santander ventoso que se me antojaba como gran metrópolis, alejada de los usos y costumbres de un todavía imberbe muchacho de pueblo.

Quizá sorprendido por la magnífica sonoridad del apellido, decidí prestar especial atención a la explicación, obteniendo como recompensa una idea razonable sobre el sencillo modelo que el profesor Coto desarrollaba en el moderno pizarrón del aula de segundo. Me pareció incluso natural la tendencia de los precios a permanecer relativamente fijos en presencia de mercados de oligopolio, y la intuición matemática de la curva discontinua de ingreso marginal en presencia de sencillas conjeturas sobre la variación del precio se me reveló como la obra de una mente preclara y sintética. La disyuntiva entre el miedo a una guerra de precios descendentes y el miedo a quedarse sólo en los incrementos es la clave que podría explicar, sin necesidad de conspiraciones explícitas contra el consumidor, la relativa falta de competencia en precios entre las empresas.

Poco a poco, y a pesar del cariño que siempre tuve por aquella primera artesanía, mi mente se fue llenando de juegos dinámicos, castigos a la traición y conspiraciones sofisticadas para amañar concursos en función de la fase lunar. Pero la curiosidad por Sweezy persistió, y me llevó a bucear en una trayectoria fascinante, entre extremos, que le llevó a ser conocido como el principal representante del Marxismo en la América conservadora de los tiempos de la Guerra Fría, a la vez que contribuía a la teoría neoclásica con su modelo de la demanda quebrada y mantenía (y defendía incluso con un proceso personal contra él) la llama de la libertad de expresión con la publicación de la revista radical Monthly Review cuando más se necesitaba, en plena época de la caza de brujas. Del primer número de aquella emblemática revista es precisamente este artículo de Einstein sobre la conveniencia del socialismo, que posiblemente no ha envejecido nada bien desde la perspectiva escéptica de nuestros días pero que constituye un ejemplo insuperable de los ideales de toda una época. A pesar de que no faltan los críticos que le acusan de cercano a las tesis estalinistas y de la innegable caída  en desgracia de la economía marxista dentro del mainstream, me gustaría destacar en esta pequeña reflexión dos rasgos distintivos de luz, olvidando las posibles sombras, que quedan en su caso para el hombre y su tiempo.

Por un lado, y a pesar del fracaso predictivo del marxismo ortodoxo, Sweezy supo ver más allá y más lejos. A pesar quizá de apoyarse en un gigante más frágil de lo que él hubiera querido, consiguió sintetizar en su libro de Teoría del Desarrollo Capitalista (1942) un modelo imperfecto pero cohesionado y más claro que el original del planteamiento marxista. E introdujo allá por los años 70 el concepto de financialización de la economía, como recurso utilizado por los capitalistas para emplear los excedentes procedentes del disfrute de sus posiciones de dominio. En este sentido, convendría volver la vista y analizar sus contribuciones. (un resumen general de las mismas aquí y uno de los aspectos financieros en este otro enlace)

Y por otro, una pintoresca nota teñida de crónica rosa. Sweezy fue un hombre de improbables aristas, hijo de su tiempo, lleno de paradojas y quizá por ello digno de atención. Su amistad quizá improbable con el conservador e irónico Schumpeter  (con el que llegó a mantener concurridos debates públicos) y la no disimulada admiración de colegas más ortodoxos como el brillante Samuelson (que llegó a decir, quizá con cierta melancolía tras su deriva posterior, que Sweezy apareció rápidamente como uno de los economistas más prometedores de su generación) me permite imaginarlo encantador aunque incisivo. Un ser atormentado y radical, aunque exquisitamente educado, como corresponde al producto improbable de un marxista hijo de banquero de Wall Street y educado en  Harvard y Exeter, A pesar de nunca conseguir un puesto en su Alma Mater como profesor estable, desarrolló una gran habilidad para la docencia, acrecentada quizá por su buena presencia. Puedo imaginarlo, impecablemente vestido con chaqueta de coderas, ya con nieve en las sienes. El aula a rebosar, esperando las lecciones sobre el problema de transformación del viejo radical. Y en mi mente, inevitablemente, se me aparece la imagen de otro Paul, también de ojos azules.

"Witty, and charismatic, Sweezy had a wide circle of friends, colleagues, and comrades, and an energetic social life..."

The Guardian, 2004.








martes, 11 de noviembre de 2014

La lluvia de Noviembre (II) Chaqueta verde para Leijonhufvud

En mi peregrinar frecuente por las orillas de la corriente principal, de nuevo me he encontrado con un viejo amigo. Y es que Leijonhufvud nunca defrauda en lo que a intuiciones se refiere. Bien es cierto que, siguiendo el consejo de Fernández-Villaverde, suelo caminar precavido y no me detengo con cualquiera, pues heterodoxia e ignorancia son con frecuencia compañeras de viaje. El caso es que el Quijote sueco es mi debilidad, y freuentemente paso el resto del camino pensando en lo aprendido.

Como ya he escrito con anterioridad, la idea del pasillo neoclásico, aparecida por primera vez en un quizá injustamente olvidado legajo de 1973, me parece muy relevante para ordenar el pensamiento sobre los abundantes problemas de la macroeconomía actual. La intuición básica tiene que ver con la existencia de situaciones en las que los mecanismos autorreguladores propios del mercado (ajustes de precios) devuelven a la economía a un hipotética situación de crecimiento estable, en la que se consigue un grado de coordinación razonable y las variables más relacionadas con el bienestar último de los individuos se encuentran en valores" adecuados" (baja tasa de desempleo, confianza en las instituciones, buenas perspectivas de futuro). Más allá de los márgenes de la senda se extiende sin embargo la oscuridad. Los procesos multiplicadores que alejan a la economía de la estabilidad (endeudamiento contagioso, caídas sucesivas de la demanda efectiva y el empleo, desigualdad campante y discriminatoria, inestabilidad monetaria, ruptura de la confianza necesaria para la coordinación) acechan agazapados. Como buen Mufasa, ningún gobernante benevolente debería  recomendar a los cachorros de león adentrarse en ese tipo de lugares poco conocidos, y se necesita una acción enérgica del Estado (políticas de rescate) para retornar a la armonía. Pues bien, la nueva idea sería introducir mayor cantidad de regiones. No hablar de blanco y negro sino de tonalidades de grises. Varias sendas rodeando a la homeostática en la que la Mano Invisible de Adam Smith y las señales de precios intuidas por Hayek campan a sus anchas y el mercado funciona como en los bonitos y estilizados  modelos de economía de pizarrón. ¿Cuál es la anchura de cada una? ¿Qué políticas aplicar una vez definida la situación?. Aunque parezca que no, ya sabemos cosas. Aunque las escuelas de pensamiento discutan largamente sobre las indicaciones y contraindicaciones para el paciente de las distintas medicinas y medidas correctoras en función de la situación, la historia ha ido enseñando lecciones útiles: cuidado con el sistema financiero, salvar bancos puede que sí, salvar banqueros no, las políticas no son neutrales en materia de distribución, los controles de precios son una mala idea...

Llevando la intuición más allá, se trataría de establecer un marco de pensamiento que permita, acumulando lo que ya conocemos, delimitar áreas y anchuras, para luego aplicar el remedio. No es lo mismo buscar el éxito desde el green que en el rough. Salir del bunker requiere especial habilidad. Y no será porque nos falten Seves para solucionar incluso situaciones aparentemente desesperadas. Ahí están los Stiglitz y Akerlof, especialistas en zonas oscuras. O los Fernández-Villaverdes, expertos en mantener esa bolita de la que depende el bienestar de todos bien metida en la calle que asegure el mínimo de golpes posibles para reclamar el aplauso del público (obviemos por razones de confusión lo de meterla en el hoyo). Añadiría en esta visión las sabias palabras del profesor Anisi. A pesar de que esa gran bolsa de palos que es la teoría económica parece proveernos de material para superar cualquier amenaza de Bogey, precisamente en nuestra esclerótica Europa parece que el caddie no da con los palos correctos. Mucho corto, poco drive. Y en este caso parece que perdemos la Ryder de paliza. Pongámonos manos a la obra, porque la hierba es cuando menos alta. Pero antes de continuar, reclamo a viva voz la chaqueta verde de Augusta para alguien hace tiempo fuera del recocimiento oficial. Un brindis por Axel, que siempre está ahí, haciéndome maquinar a mi y a mis quizá sufridos alumnos. Deberían permitir incluso, como al inolvidable Ballesteros, llevarse la prenda a su Pedreña particular. Y de paso, que con el Gran Causelo y Anisi de testigos reales o espirituales, se la ponga Juan Urrutia, viejo compañero suyo en aquella efervescencia de los primeros 70.




lunes, 10 de noviembre de 2014

November Rain (II) A Green Jacket for Leijonhufvud

During my frequent journeys beyond the edge of the mainstream, I usually meet some old friends here and there, and Axel Leijonhufvud is certainly one of a kind. I have found through the years that behind his analytical modesty he's a hidden master of intuiton. It is also true that, following  the valuable advice of Fernández-Villaverde, I always walk cautiously and I don’t stop with anybody unless I find something that really matters, because heterodoxy and ignorance are often traveling companions. The fact is that the Swedish Quixote is my weakness, and I usually spend the rest of my way thinking about what I’ve learnt in my casual meeting with his original ideas.
As I have written before, I'm fascinated with the idea of the existence of a neoclassical corridor, which first appeared in perhaps an unjustly forgotten sheaf of 1973. It appears to me as a good framework for thinking about fixing the numerous problems of modern macroeconomics theory. The basic intuition is related to the existence of situations in which the  self-regulatory mechanisms of the market (price adjustments) are able to mantain the economy in a scenario of steady growth, in which a reasonable degree of coordination is achieved and variables more related to the ultimate welfare of individuals are stuck in "proper" values (low unemployment,  high level of confidence in institutions, good prospects)... Beyond the edges of this idyllic path, darkness spreads. Multiplier processes appear everywhere (contagious bankrupcy mechanisms, successive falls of effective demand and employment,  discriminatory rampant inequality, currency instability, the breakdown of confidence to coordination..). As King Mufasa knows well, no benevolent ruler should recommend lion cubs to venture into such unfamiliar places and vigorous public actions (rescue policies) are required to return to a situation of harmony in the system.
The new idea would be to introduce greater number of regions in the analytical framewok. Not only black and white but shades of grey. Several trails surrounding the homeostatic region where the Invisible Hand of Adam Smith and price signals intuited by Hayek are dominant and the market works. ¿What is the width of each region? ¿What policies shuold we implement after defining our position?. Believe it or not, we know  some things. Although different schools of Economic Thought still argue about the indications and contraindications of different medicines and remedies depending on the situation, history has taught us useful lessons: beware of the financial system/ saving banks maybe, save bankers is never a good idea/ the policies are not neutral in terms of distribution, price controls are dangerous tools...
Carrying intuition beyond, the idea would be to establish a framework of thinking that allows us to accumulate what we already know, delineate areas and widths, and then apply the best remedies in case of need. It’s different when the ball is on the putting green or on the rough. It could require special skills to save the sand trap. And it is not preisely that we lack Seves to solve even seemingly hopeless situations. We have Stiglitz and Akerlof, specialists in dark areas. Or the Blanchards and Fenández-Villaverdes, true experts in maintaining the ball into the fairway to ensure the minimum possible strokes to claim the applause of the crowd. I would add to this view the wise words of Professor Anisi and Joan Robinson. Although this great golf bag that is the economic theory seems to provide us with material to overcome any bogey threat, It's precisely in our sclerotic Europe where it appears that the caddy does not give us the correct clubs. And in this case we have already lost the Ryder Cup. Let's try to find the right brat, because the grass is at least high on the surroundings. But before continuing, l loudly suggest giving the Green Jacket of Augusta to someone outside the orthodoxy. Three cheers for Axel, who is always there, with the right focus everytime. They should even allow him to take the championship coat to his particular Pedreña, as the unforgettable Ballesteros did. And incidentally, with the Great Causelo and Anisi as real or spiritual witnesses, Juan Urrutia could be a good candidate for giving him the trophy, as an old colleague at that effervescent madness of the first 70s.




domingo, 9 de noviembre de 2014

En memoria de Jesús Lobato de Blas, profesor irrepetible

(En memoria del profesor Jesús Lobato de Blas, tras conocer la triste noticia de su fallecimiento)
Recuerdo el sonido del silencio expectante aquel primer día de clase, en el ya lejano otoño cántabro del primer año de universidad. El menudo profesor, de vestimenta impecable y maletín a su vera, se ajustó el micrófono y quizá en aquel momento fuimos todos conscientes de verdad del inicio de una nueva etapa. A pesar de no ser corpulento, imponía. Sin parecer para nada el último invitado del Club de la Comedia, se ganaba al auditorio, en una mezcla seductora de autoridad e ironía, a la que contribuía una peculiar manera de pronunciar la erre. Creo que generaciones enteras recordarán a Cuquín, el perro de fabulosa herencia. Y experimentan probablemente todavía hoy en día el dolor de la patada olímpica al millonario can, debido a la mala redacción del testamento de la acaudalada señorona. Me parece aún estar viendo el característico golpe sobre la mano izquierda, extendida, mostrando de manera teatral la palma. Casi mentalmente puedo recitar la contestación. "Toda empresa...escritura e inscripción en el Registro Mercantil...(repetición enfática, cambiando entonación para arrancar el aplauso mental de las miradas todavía verdes en la materia) Como es natural, escritura e insscripciónnnn señores!!".
A pesar de la distancia cada vez mayor de aquellos días, me podría extender en nombres y detalles. Mientras repaso mentalmente los bonitos recuerdos, me sumo en un silencio respetuoso y reverencial, como el de aquel primer día. Por un gran profesor, del que aprendimos mucho. Sirva la melodía enlazada como improvisado Padrenuestro por un creyente confeso, que con sus filias y fobias, nunca escondidas, abrió a golpe de magisterio la incierta senda que cada uno de nosotros todavía transitamos, y que nunca debiéramos olvidar que comenzamos juntos. Descanse en paz, Don Jesús Lobato de Blas, Catedrático de Derecho y testigo de un tiempo ya irrepetible.



jueves, 6 de noviembre de 2014

At the zoo, metáfora de la alienación urbana



Quizá no por casualidad, los sombríos 70 fueron la década de las ciudades. Mientras nos convertíamos en alienados urbanitas y dejábamos atrás la vida rural, no nos dimos cuenta de que probablemente incluso hoy seguimos encerrados en jaulas invisibles de gris metal, cada uno con la rareza propia de su especie y mirando recelosamente al resto. Simon y Garfunkel lo vieron venir ya en el 67. Y de paso sentaron inadvertidamente las bases de "Marta tiene un marcapasos". + 30 puntos de victoria indiscutibles.

"The monkeys stand for honesty
Giraffes are insincere
And the elephants are kindly but they're dumb
Ourang-outangs are skeptical
Of changes in their cages
And the zookeeper is very fond of rum..."




domingo, 2 de noviembre de 2014

La lluvia de noviembre (I) Lakers and Celtics...those were the 80s!

Si acciono el ya vetusto cinexin de mis primeros recuerdos, la década de los ochenta aparece como una nube vertiginosa, borrosa por momentos, pero que deja entrever la suficiente claridad para distinguir desde mis ojos de curioso retaco los trazos fundamentales de un cuadro al que recurro con frecuencia en mi búsqueda continua del punto fijo.

La cinta VHS de mi memoria comenzó la grabación cuando los personajes principales y el drama ya estaban ahí. Comienza la película, que no mi defectuosa reproducción, con la invasión soviética de Afganistán y el boicot americano a los juegos de Moscú. Cuando parecía que volvía a empezar, John Lennon nos dejó en cierta manera aunque nunca se fue, y Reagan cautivó con su profesional oratoria de actor de Hollywood a una América ahogada por el dragón de la recesión, y en la que salía más barato pedir prestado a la mafia que al banco de supuesta confianza. En nuestra tierra de conejos, Felipe llegó del barrio de la Estrella, al Este de Sainz de Baranda, entre promesas de un cambio que se produjo, aunque el final del cuento no fuera todo lo feliz que se barruntaba, quedando como epílogo un sonoro divorcio de ese Alfonso de combativo apellido que levantaba el brazo de su compañero ante la multitud expectante delante del hotel Palace.

Recorro por fin entonces mi propio metraje al distinguir a mi padre, delgado y con el primer botón de la camisa desabrochado, con los ojos como platos, al calor de las estrellas. Me parece todavía distinguir el blazer y la poblada barba de Ramón Trecet. A su vera, Vicente Salaner. Tardes de ajedrez entre ducados y la casa llena de novelas de espías de un tiempo ya en los libros.

Ante el primer amago de carta de ajuste, y tras un paso demasiado fugaz quizá por las alegres navidades en casa de los abuelos, distingo entre la niebla de una cinta ya algo menos magnética la permanente de mi madre, que proféticamente indicaba una constancia en su labor y cariño que sigue estando de actualidad. Advierto cierta saturación en el contraste, aparentemente irresoluble desde el mando a distancia neuronal que controla la incierta navegación por mis orígenes. Y es entonces cuando me llega la iluminación que pone broche al esfuerzo. Los 80 fueron de eso. De posiciones encontradas y visiones contrapuestas. La zurda genial pero malhumorada de McEnroe contra la frialdad robótica pero eficaz del machacón Lendl. El soberbio, no sólo por su calidad, Madrid de la Quinta de Buitre contra un alicaído pero emergente Barcelona todavía de diván. El estilista González frente al competitivo Abascal. Karpov, el rey de las ventajas minúsculas, frente al tigre enjaulado Kasparov. El exquisito Norris contra el esforzado Martín. Los bloques de la Guerra Fría, y Alemania dividida.

Me alegra que la década acabara con algo de esperanza. Lo mismo que un Karpov ya con nieve en las sienes intentó visitar en la cárcel a su irreconciliable rival unos años después, denunciando con el gesto la persecución política de los disidentes, el muro cayó en aquél noviembre del 89. Ambos acontecimientos, en lo grande y lo pequeño, estuvieron cronológicamente separados. Pero me parecen simbólicos de que al final los enemigos no lo son tanto, aunque toda una década se dedicara a subrayar lo que nos separa. Así que sí, en efecto. Australian Blonde tiene toda la razón y llega el fundido a negro con su sintética conclusión. Lakers and Celtics....eso fueron los 80. y a mí me gustaría pensar en un final atemporal con los dos equipos abrazados en el centro del campo.




jueves, 30 de octubre de 2014

Reflexiones de un octubre incierto (Bonus track) . Y de postre...tarta de Podemos con azúcar glass.

He intentado resistirme, pero ya puestos entremos al trapo. Después de ver con interés la entrevista de Jordi Évole a Pablo Iglesias, varias cuestiones:
- Desde el punto de vista de la estrategia electoral, casi impecable. Descarado giro al centro buscando mayorías con manifestaciones un poco forzadas pero quizá efectivas entre cierta audiencia (algo así como "tengo muchos amigos católicos...", "respeto al Papa...", "sean bienvenidos los votantes del PP...", "Tenemos vocación de mayoría..."). Me gustó especialmente (desde el punto de vista estratégico) la explicación de por qué dudan en presentarse con las siglas de Podemos en las municipales (básicamente, "sí algún candidato se nos va de las manos y roba, eso dañaría nuestro principal activo, que es mostrarnos como ajenos a la casta, y esto nos perjudicará en las generales") y también el órdago más o menos disimulado ("si pierdo me voy..."). Realmente el único pero es que habló demasiado y dio pistas del plan. Me encantaría conocer la opinión del gran causelo al respecto.
- Quizá de tanto azúcar que le echó al mensaje, llegó a hacerse empalagoso. No parecía el mismo que entonó, esta vez sí entre afines, aquello de "el cielo no se alcanza, se toma por asalto". Matizó casi cada una de las propuestas estrella ("bueno, veremos lo que podemos hacer"..."el salario mínimo lo subiremos, pero exactamente no sabemos cuánto..." "la deuda que sea justa la pagaremos...")
- Ya hablando como (quizá) frío y conservador economista. Anumerismo total, campante y preocupante. Ni una cifra con sentido. Ni una propuesta fundamentada. Lenguaje corporal de incomodidad (se tocaba la barba, perdía la mirada, cambiaba de posición sentado) cada vez que un inusualmente poco incisivo Évole le pinchaba para que concretara algo. Lo mejor: sabe que no es su fuerte, desde luego. Y cambia de tema. Aún así, paupérrimo en este área.
-En temas macro, efectista...pero tramposo. Explicación simplista y simpaticona basada en lugares comunes, digna de Revilla en Buenafente. ("si gastamos sube la renta, si la gente tiene renta, sube el consumo, si sube el consumo sube la demanda, entonces sube el empleo...)y le faltó decir que acabamos en el país de la piruleta del gasto creciente y omnipresente que se financia por inspiración divina. Especialmente hábil pero tramposa la respuesta a la pregunta sobre el efecto que tendrá la renta básica para todos sobre los incentivos a trabajar. "Qué insinúas! que los españoles son unos vagos!". Falaz de cabo a rabo. lo único que se está diciendo es que una persona exactamente con la misma mentalidad de serie tenderá a trabajar menos si tiene un colchón de renta que si no. Y resulta que no es discutible, ¡y no tiene que ver con ser vago o no!

- Hablando más de sensaciones. No le dejaría a este tío de encargado de mi patrimonio ni le compro la moto. Cuestión puramente personal. Esto ya es completamente subjetivo pero es lo que pienso.

Conclusión: esto va muy en serio. El tío tiene buena mano y la juega con gran cabeza. Conoce y aplica el plan. Pero se parece más a Nixon de lo que quisiera. En un sentido fundamental: lo primero, ganar las elecciones. Desconfío profundamente de los principios ocultos detrás del azúcar y la (esta sí acertada) denuncia de la corrupción ajena. Desconfío incondicionalmente de alguien que menciona a Lenin como referencia de algo, y que tiene alergia a los números. Me gustaría equivocarme. Pero creo sinceramente que van a ser lista más votada en muchos lugares...y no me atrevo o no quiero suponer más. 

(las citas entre comillas reflejan sensaciones que me sugirió la entrevista, no extractos literales de las intervenciones en el programa) 



Feo, fuerte y formal


El de John Wayne es uno de esos casos en los que el personaje cobra vida, disociándose del actor que le presta percha y altavoz. "Feo, fuerte y formal" reza su epitafio y el homenaje de Loquillo. Siendo original, no llega a hacer justicia a la grandeza del mito. Yo siempre le recordaré al otro lado del televisor, en la sobremesa del Domingo, con mi padre repitiendo una y otra vez la escena de For Apache que me hizo comprender por primera vez lo que era una interpretación quizá conservadora, pero épica en su contención.

[A los periodistas]

"No, se equivocan. No quedan olvidados porque no han muerto. Aún viven. Están ahí, Collingwood y los demás. Vivirán mientras exista el regimiento. Con una paga ínfima al mes y un rancho de alubias, pero puede que prueben la carne de caballo antes del final de la campaña. Reñirán en el juego, o por una botella, pero compartirán hasta la última gota de agua, llegado el caso. Cambiarán sus rostros, sus nombres, pero son ellos; son el regimiento del Ejército regular, ahora y dentro de cincuenta años. Son los mejores que existen, un regimiento del que uno puede sentirse orgulloso"


miércoles, 29 de octubre de 2014

Reflexiones de un octubre incierto (y III). Deep Throat

En un lugar indefinido del tiempo y del espacio, tuve la siguiente conversación con un profesional del mundo de las finanzas, de cuyo nombre, (internacional) empresa e (importante) cargo no quiero acordarme.
Marshall-Hicks: "¿Qué te pareció lo de Deloitte en Bankia? parece que les van a multar por prestar servicios de consultoría a la vez que se supone que controlaban las cuentas de la compañía. Juez y parte, vamos..."
Señor X: "Sí, me sorprendió leer de lo que les acusan...porque nosotros hacemos punto por punto lo mismo. Se supone que no podemos prestar servicios de consultoría a empresas que auditamos...pero en realidad lo que hacemos es facturarlo todo a través de auditoría y seguir asesorando y vendiendo proyectos. Todo supuestamente legal...pero más de una vez nuestros propios auditores han tenido que validar lo que nosotros hacemos...Así que normal. Casi espero que lleguen los de Podemos y acaben con todo"
Es por eso que, tras leer sus intenciones, enviémosle fuerzas a Luis de Guindos para que de una vez por todas tome cartas en el asunto y se mantenga firme. Parece que va por el buen camino. Eso espero. O dentro de poco tendremos más agujeros de esos que paga el contribuyente. Sin comerlo ni beberlo. Más madera en breve, hasta completar el imperfecto cuadro que empezamos a delinear.

lunes, 27 de octubre de 2014

Reflexiones de un octubre incierto (II). El ingeniero De Pascuale

Digamos en primer lugar que fue un encuentro largamente esperado. El día que conocí al ingeniero De Pascuale y a su querida familia resultó ser una tarde desapacible en la capital del reino, de esas que no acaban de descargar los lagrimones a pesar de lo cargado del ambiente. Tras las presentaciones oficiales y la primera ronda de viandas de la tierra asturiana, llegó el tiempo de la charla, que dio para analizar desde las diferencias de bravura entre la anchoa del cantábrico y la mansa y cobarde de Mar del Plata hasta la conveniencia u oportunismo político del sol inca de la bandera nacional Argentina.

Sin poder disimular mi curiosidad, recorrimos adelante y atrás décadas de la turbulenta historia económica argentina. Cazadoras que triplicaban su precio en unos instantes debido a la hiperinflación, taxistas convertidos en expertos tratantes de divisas, procurando poner su dinero a salvo en verdes dólares, mientras gobiernos populistas privatizaban a manos y carteras llenas. Fue entonces, ya entonados por el cálido brebaje de la casa, cuando mirándome fijamente, mi interlocutor dio con la clave que desde entonces aparece recurrente en mis pensamientos sobre el tema.

"Pero lo peor de la inflación es que multiplica la desconfianza entre  individuos. Descohesiona la red, deslía una madeja tejida durante generaciones de colaboración. Mientras que vos pensás que la otra parte te está cagando, ves en el rostro del otro la desconfianza. Ninguno de los dos salís satisfechos de la transacción. Y eso es un desastre para el sistema" 

El asunto es que el ingeniero tiene toda razón. Con el agravante de esa ley universal que dice que la confianza tarda mucho en tejerse pero un instante en recorrer de vuelta todo el camino transitado. Lo extendería más allá del ataque del dragón inflacionario, y la cadena me lleva (como no) a Leijonhufvud. Hablemos de tarjetas black, impunidad y jueces juzgados en vez de los verdaderos delincuentes. De grandes empresas de auditoría en un fino alambre construido de facturaciones astronómicas a costa de ser juez y parte. Auditan mientras consultan y presionan al regulador para mantener la red por si ocurre una desafortunada caída. Hablemos de una ciudadanía que despierta y cuestiona el estado de las cosas, apoyando opciones políticas basadas en la denuncia de la putrefacción. Y estaremos situados de lleno fuera del camino, en esa oscura región de los fenómenos retroalimentados que nos alejan más y más de la senda de autorregulación del sistema. Fuera del pasillo neoclásico.

Casualidad o no, es precisamente desde el literal centro de nuestra querida Argentina desde donde Leijonhufvud vuelve a alzar la voz. La economía como red de contratos basados en la confianza mutua. Y el sistema financiero en el centro de todo. Necesitamos volver a los compartimentos estancos que mejoren la estabilidad conjunta del sistema, y replantearnos la función de los bancos centrales, debido a las implicaciones que sus supuestamente neutrales políticas tienen sobre las distribución de la renta entre individuos. No es de recibo que se les den facilidades para obtener dinero a tipos bajos y acto seguido lo metan en deuda de los estados, aprovechándose del diferencial de tipos para obtener una rentabilidad vetada a resto de los mortales. Estoy tentado de hablar de casta, y eso es un verdadero síntoma de que Podemos es hijo de nuestro tiempo. Un tiempo que a mi querido ingeniero de Pascuale no le pillará por sorpresa, y que parece alejarse al menos temporalmente de ese capitalismo que viene del que nos habla Juan Urrutia. Tampoco se le escapan las claves de nuestra incierta realidad a un profético Leijonhufvud, del que no me resisto a reproducir un revelador pasaje. No sin antes recomendar la lectura completa del documento que enlazo,

"But financial systems can become “fragile”. When this is the  case, one default can trigger an avalanche of defaults. Most avalanches are small and self-limiting. But in extreme cases  they can take down very large portions of the web of contracts. A major collapse of the web will be associated with a breakdown in the economic organization of a country and  widespread unemployment of labor and other resources. But it  is more serious than that. A default avalanche leaves a myriad of broken promises in its wake. Social relations are disrupted  by distrust and recriminations all around. Effective political action becomes almost impossible. Extremist movements on  the right and on the left threaten the stability of the political order. It is of the utmost importance, therefore, that a great collapse of the web be stopped – somehow..."

Traducción (libre)

"Pero los sistemas financieros pueden llegar a ser "frágiles". Cuando este es el caso, una fallo en el pago puede desencadenar una avalancha de impagos. La mayoría de las avalanchas son pequeñas y autolimitadas. Pero en casos extremos que pueden acabar con una proporción muy grande de la rede de contratos. Un colapso importante de la red se puede asociar con una ruptura en la organización económica de un país y el desempleo generalizado de mano de obra y otros recursos. Pero es más grave que eso. Una avalancha como la descrita deja una gran cantidad de promesas incumplidas como herencia. Las relaciones sociales se ven perturbadas por la desconfianza y recriminaciones por parte de todos. La acción política efectiva se vuelve casi imposible. Movimientos extremistas de la derecha y de la izquierda amenazan la estabilidad del orden político. Es de la mayor importancia, por lo tanto, que una gran caída de la red de contratos sea detenida...  de alguna manera... "



Reflexiones de un octubre incierto (I). ¡Hay que cacarear!

A pesar de no haber llegado todavía al año 60, el descontento de la juventud posterior a la Segunda Guerra Mundial ya se hacía notar, quizá a cuentagotas, en ese mar de aparente prosperidad que eran los Estados Unidos de América posteriores al conflicto. Las generaciones transcurren, y a pesar de que muchas veces el cambio sea para volver a lo mismo, un pequeño épsilon de mejora habrá merecido la pena. Es por eso que estando en las antípodas de lo que representa Podemos, entiendo lo que dice el conservador Hernández Mancha, y en cierto modo me encuentro en el mismo barco que Pablo Iglesias y compañía al contemplar como los pastores que creíamos benevolentes ordeñan la vaca del Estado del Bienestar (ese que se debería escribir con mayúscula y letra setentaydos) para beneficio de sus cuentas en Suiza. Es la hora del cambio, y espero que así se manifieste en las próximas citas electorales. Espero que mi generación, quizá adormecida por el calor de una democracia ya familiar en la década de los 90 alce la voz, como lo está haciendo, y tome las riendas. Sí me gustaría (y esto lo hecho en falta) mayor rigor en las propuestas y soluciones planteadas. Dadme diez Fernández-Villaverdes por cada brindis al sol de Pablo Iglesias o Alberto Garzón con promesas irrealizables y poco sustentadas. Si la banca pública ha sido un desastre allí donde se ha puesto en marcha, y se ha convertido en un chiringuito con barra libre para los insiders, tomemos nota y no repitamos el error. Escuchemos y nombremos a los expertos. No más colocaciones a dedo ni reguladores que cruzan la puerta giratoria para convertirse en bien remunerados consejeros. Recuperemos el Estado de Derecho, caiga quien caiga. Y eso pasa por el cambio. No debiéramos permitir ruedas de prensa sin preguntas ni sesiones del Congreso en las que el "y tú más" calla la voz profunda de un pueblo ya hasta las narices de chorizos. No querría repetir, pese a su belleza descarnada, los primeros versos del aullido de Allen Ginsberg (aquí el poema entero).

"He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles..."

Es por ello que elijo una fuente más cercana a aquellos que fuimos niños en la segunda mitad de los felices (¿?) 90. La inquisitiva pero decidida voz de un niño perdido ya mayor, que no senil. No Ginsberg sino Spielberg. Recordando a un viejo y olvidadizo Peter Pan, todavía bajo la sombra del eterno capitán Garfio, que no se puede abdicar del deber. Y que el destino de Nunca Jamás nos pertenece.

"¡Hay que volar! ¡hay que luchar! ¡Hay que cacarear! ¡Y salvar a tus hijos!"




domingo, 26 de octubre de 2014

Hammond de pata negra

Una clase magistral de cómo dejar las cosas claras en 44 segundos. Para acto seguido asumir la situación sin mirar hacia atrás y sin rencores de esos que carcomen. Hammond de pata negra. Desde hace un lustro, me la pongo todos los 26 de diciembre. Esta vez, lo adelanto dos meses. Será que me hago viejo.
"Sabes mejor que nadie que me fallaste
que lo que prometiste se te olvidó..
Sabes a ciencia cierta que me engañaste
aunque nadie te amaba igual que yo..
Lleno estoy de razones para despreciarte..
y sin embargo quiero que seas feliz..."


sábado, 25 de octubre de 2014

Octubre y el viento del cambio

Como bien sabe Pablo Iglesias, octubre es mes de revoluciones y crisis, y quizá la fecha de la fundación de Podemos como partido no tenga nada de casual. En 1917, los rusos acabaron con la segunda servidumbre bajo el régimen de los zares, y empezaron un sueño que saltó en pedazos el día que el muro de la vergüenza pasaba a ser nada más que un collage de grafittis. Unos años más tarde, la Bolsa de Nueva York vivía uno de sus días más negros. Final de los felices 20 y umbral de la Gran Depresión de los 30, el acontecimiento transformó la visión de los economistas, desde posiciones cercanas más propias del "Por qué tocas" de Amador al nacimiento de toda una disciplina nueva: la macroeconomía (entonces y todavía) imperfecta delineada por ese pintor mpresionista de nombre Juan, Meinardo para los amigos.

Por los caprichos de la historia, quiso la casualidad que fuera en este mismo mes de 1973 cuando la primera crisis del petróleo sacudió las keynesianas convenciones de un mundo todavía inocente, llevando consigo tanto el final de la edad de oro del crecimiento en los países occidentales como la multiplicación de las barbas masculinas y el redescubrimiento de Playmobil como opción viable debido a su austeridad en el uso del plástico juguetero. Los dados del cambio no faltarían a su cita en 1977, esta vez en la dormida piel de toro que habitamos. Los pactos de la Moncloa disiparon los nubarrones de una todavía incipiente democracia, abriendo las ventanas a la libertad. Quizá había adoquines bajo la arena de la playa, pero las cosas se explicaron y salimos adelante.

Aquí estamos otra vez, en este octubre de tarjetas black. Sopla el viento del cambio. Esperemos que en la buena dirección. En las próximas semanas, escribiré en el blog mis ideas al respecto.

PD: la maravilla que enlazo a continuación fue interpretada por primera vez, como no, un Octubre de hace ya un tiempo.



sábado, 18 de octubre de 2014

Corocotta, cántabro indomable

Cuenta la leyenda que mientras otros presumen de derechos históricos, el primero que los reivindicó fue el montañés Corocotta. Probablemente inspirado por la ancestral bravura de los bisontes prehistóricos de las pinturas rupestres, decidió presentarse él mismo para cobrar la recompensa por su captura. Y no, no era de Bilbao (aunque seguro que tenía un primo). Sino de esa tierruca entre el mar y la montaña cuyo nombre muchos olvidan al volver la vista al brumoso norte. Lo imagino como los galos irreductibles de Astérix. Noblote, bruto, antilaredano...y poniéndose ciego a anchoas, haciendo las veces de mágica poción.
(Dedicado a Juan Antonio Cebrian, que nos dejó un octubre de hace ya 7 años)

Pinchad el siguiente enlace para escuchar la leyenda de la voz de Cebri

jueves, 16 de octubre de 2014

Hey Jude, retruécano temporal

Cuando Jaime Pablo escribió Let it be, hacía ya tiempo que el submarino amarillo de los cuatro de Liverpool se adentraba sin vuelta atrás en el abismo de una separación sin retorno, que dejaría a la música popular huérfana para los restos. Quizá abrumado por lo oscuro de los tiempos en aquel umbral del año 70, el mensaje invita a la inacción esperanzada, casi de fervor trascendental. Déjalo estar, es lo sabio, la recomendación de la madre Mary. Nunca gustó demasiado a Lennon la píldora, a pesar de la magistral envoltura y el tono azucarado del acompañamiento. Y debo reconocer que a mi tampoco me deja tranquilo, aunque sea sabio consejo en situación límite. 

Es sin embargo fascinante que el propio Paul se diera a sí mismo réplica retroactiva, en lo que podríamos considerar un retruécano temporal o, viendo las cualidades del sujeto, un viaje temporal en toda regla. Y es que resulta que unos años antes, en 1968, escribía la clave de su inquietud futura. ¿Dejarlo estar? Sí, Después de cogerlo, llevarlo muy dentro y mejorar la canción. Hace ya diez años, el 25 de mayo de 2004 yo estaba allí, en cuarta fila del Molinón. El día que comprendí la respuesta, susurrada al cielo asturiano entre el aplauso de la multitud.

"Hey Jude, don't make it bad
Take a sad song and make it better
Remember to let her into your heart
Then you can start to make it better..."



domingo, 12 de octubre de 2014

Welcome to the (capitalist) jungle


Para bien o para mal, el capitalismo moderno es una jungla. Porque además de indudablemente salvaje y de tener en la cumbre del ciclo de la vida a leones de dientes largos y tarjetas black, todo el resto de hormiguitas que cada día nos levantamos con expectativa de un mañana más próspero estamos conectadas entre sí por un delicado y las más de las veces invisible equilibrio, más frágil de lo que nuestras sofisticadas televisiones de plasma parecen sugerir. Y es que sucede que como bisagra de todo el mecanismo se encuentra el sistema financiero, que básicamente se encarga de trasladar el ahorro conjunto de todos a proyectos de inversión que nos dan de comer. Así, mi actual puesto de trabajo es probablemente resultado de que un día el señor Montero pidió un crédito para montar el chiringuito, y sigue devolviéndolo en cómodos (o no) plazos. Ese crédito salió precisamente del ahorro de todos, depositado convenientemente en una entidad de préstamo o irresponsable caja. Añadiendo un épsilon más de riesgo, técnicamente, por cada depósito realizado, el banco puede guardar una parte y prestar el resto. Con el sistema de créditos se favorece la inversión (emprender actividades), pero también se consigue que la confianza sea una variable crítica. Si todos vamos al banco a la vez a retirar nuestro billete verde, ¡No habrá suficiente!, y tendremos que recurrir a la vieja máquina de imprimir de ese Rey Midas llamado Banco Central Europeo.


Queda claro y meridiano por tanto que una de las piedras angulares del sistema es esa especie de catalizadores de la reacción química económica que llamamos bancos. Por eso los rescatamos con el dinero de todos cuando son muy grandes y están en problemas. la teoría económica (que no la práctica) es clara al respecto: rescatar bancos, NO banqueros (estos a la cárcel si han gestionado ilegalmente. Y a responder con su patrimonio de las pérdidas). Es evidente por tanto, que sí sabemos lo que hay que hacer para humanizar lo salvaje. Vigilar riesgos y concesión de créditos, encarcelar ladrones, y prevenir a la población sobre las amenazas latentes o no tanto de la que nos alerta el siempre agudo Leijonhufvud. Porque si el sistema financiero cae, caeremos con él, por la vieja ley de la jungla. Aunque los de Podemos no lo entiendan, y sigan pensando en términos de granja colectivista.

lunes, 7 de abril de 2014

Claudio Sánchez Albornoz en el recuerdo

Después de una vida en el exilio y con la voz quebrada por la emoción, Claudio Sánchez Albornoz, expresidente de la República, resumió el espíritu de un tiempo que nunca deberíamos olvidar.
 
 "Dije que vendría llorando y llorando estoy. No tengo más que una palabra: Paz. Nos hemos matado ya demasiado. Entendámonos en un régimen de libertad poniendo todos de nuestra parte lo que sea necesario de un lado y otro de la barricada. Son muchos cuarenta años. No hay históricamente nada que resista el tiempo. Áspera vida la de los españoles. Tengamos una vez por todas la mano en la mano del adversario de ayer para discutir, dialogar en unas cortes nuevas la suerte de España. Y basta"
 


miércoles, 5 de marzo de 2014

Norris vs Martín

Batallas sin tregua, baloncesto del bueno, trascendente, con moraleja. Algo más que puro deporte, un choque noble de estilos, con duelos físicos al límite. El corazón y la tradición frente al talento puro. Merengues frente azulgranas, el playground de Missisipi frente al baloncesto de patio del Ramiro de Maeztu. En un lado, un luchador que se hizo su propio camino, un ídolo inolvidable, todo orgullo y clase. El pionero del baloncesto español. Del otro, un estilista de talento sin miedo al combate, un crack con nivel nba, al que sólo sus frágiles rodillas impidieron deslumbrar en la liga americana. Fernando contra Audie, Martín contra Norris. Se daban de lo lindo, pero cada partido acababa con un apretón de manos. Duelos en la cumbre que marcaron una época dorada del basket en España.


viernes, 28 de febrero de 2014

Suspiros de España y añoranza de Santoña

Siempre que voy al supermercado, me acerco a la zona de conservas, quizá para comprobar que Santoña sigue ahí. En realidad a 500 km, pero tan cerca como el primer día. Tomo el estuche de Anchoas del Consorcio y las lágrimas casi se asoman a mis mejillas mientras lo abrazo disimuladamente con cariño, comprobando por supuesto que nadie me observa. Y hoy, doce de octubre, recuerdo el mucho cariño que le tengo a España. A laredo no. A los madridistas o a los de la academia Pepe tampoco. Pero sí al resto. Leche asturiana, cola cao catalán o pulpo gallego, complementarios todos en nuestra aparente contradicción existencial. Y como pequeño homenaje en nuestro día, un suspiro. Himno mucho más bonito que el actual, que nos reúne a todos bajo el manto protector de la piel de toro.


martes, 18 de febrero de 2014

Willis Reed, el espíritu del Madison


Primavera de 1970. Se acerca el partido clave de las finales, y la sombra de la derrota se proyecta oscura sobre el ánimo de los aficionados del Nueva York. Su pivot titular, única esperanza para superar a los Lakers, yacía en la camilla del vestuario, con la pierna inmovilizada. La lesión era grave, sólo caminar era un triunfo. Entonces, el gran capitán tomó una decisión. A pesar del riesgo para el futuro de su carrera y del dolor, era necesario un gesto. Debía salir y liderar la victoria, plantar cara al coloso Wilt Chamberlain. Si no, estaban perdidos. Y lo hizo. Salió al campo andando con dificultad, anotó las dos primera canastas y se sentó entre la atronadora ovación del exigente Madison. Y su gesto inflamó el corazón de sus compañeros, que harían historia, consiguiendo el primer anillo de campeones para los de la Gran Manzana. Nunca una afición estuvo tan entregada a un jugador. Uno de mis pivots favoritos, un héroe de otra época, de otra manera de entender el baloncesto. The heart of the New York Knicks... WI-LLIS REEEEEEEEED!!!


Moonlight Shadow

Escuché por primera vez Moonlight Shadow una lluviosa tarde de viernes, en un viejo radiocassete que amenizaba las clases de inglés del colegio de las monjas. Fue el triste día en que aquel chico llamado Ricardo, que creo recordar que vivía en el Sabas, se despidió de nosotros, abrazándonos uno a uno. La melodía se quedó conmigo desde entonces, asociada a aquellos compañeros del cole a los que siempre tendré un cariño especial. Más de 15 años después, tengo a veces la sensación de pasear por Santoña como un jubilado prematuro. Ya no hay videoclub Duque ni Flash, me faltan el chocolate y los petisús de Gadi. En vez de películas del Botxy, se venden Helados Gourmet. Don Vito no responde mis llamadas y no veo niños con babi a lo Superman. Menos mal que Ele y los Calvo siguen al pie del cañón. Y reconozco una cara conocida en la barca de Maurilio mientras me hincho a golosinas de Pumucki. Todavía hay esperanza en estos tiempos oscuros.




sábado, 15 de febrero de 2014

Axel Leijonhufvud y aquel viejo zapato marrón

En febrero de 1969, y como una cara B del single de la Balada de John y Yoko, los Beatles nos regalaron Old Brown Shoe, obra maestra de Harrison. Su producción relativamente tosca y el carácter experimental de la grabación de las voces (con George encarado frente a una de las esquinas del estudio para probar el efecto de distintos ecos de lejanía) esconden en cierta manera lo que para mí es una de sus grandes obras maestras. La línea de bajo dibuja una deliciosa melodía propia, acompañada por una magistral percusión, que envuelve el tema. El conjunto se ve rematado con una enigmática letra sobre opuestos que lo hace imprescindible en cualquiera de mis recopilaciones caseras de los Fab Four.


Unos años después, empezando en los duros 70 y evolucionando hasta hoy mismo, Axel Leijonhufvud nos regalaba su particular cara B de pensamiento económico, quizá repleta de imperfecciones y argumentos ambiguos, pero que me parece (como ilustra extensamente mejor que yo el exquisito Juan Urrutia aquí y aquí ) una idea sólida para sentar las bases de una nueva manera de pensar y actuar frente a las crisis financiera de la actualidad. Una idea quizá olvidada y en espera de rehabilitación, como tantas joyas de los cuatro de Liverpool. 


Aquí viene la intuición: la vigilancia y acción deben centrarse sobre los mecanismos que garantizan la estabilidad del sistema. En evitar la aparición y el impacto de esos mecanismos que separan a la economía de su senda de crecimiento (que puede ser entendida como un particular camino de baldosas amarillas hacia la tierra de Oz, pero esta vez sin mago farsante).


En su hipótesis del pasillo neoclásico, nos sugiere Leijonhufvud pensar en dos regiones fundamentales en las que se podría situar la economía de un país a lo largo de su evolución en el tiempo, y que nos podrían ayudar a caracterizar por tanto los ciclos económicos.

  • Región Neoclásica (o “dentro del pasillo”). En ella, los mecanismos de ajuste propios del mercado hacen que las perturbaciones se corrijan, retornando a una senda estable de crecimiento sin necesidad de intervención de carácter extraordinario. Las políticas monetarias y fiscales tradicionales son suficientes para mantener la economía dentro de un equilibrio razonable. En estas situaciones, el ajuste de los precios realiza el trabajo de devolver a la economía a la senda de prosperidad. El gran peso del ajuste lo lleva por tanto la denominada “Mano Invisible” de Adam Smith, y las políticas tienen el único efecto de “suavizar” el impacto de los vaivenes de la actividad (ciclos económicos) sobre el crecimiento. 
  • Región keynesiana (o “fuera del pasillo”). En esta zona, el sistema carece de propiedades de autorregulación. Si una perturbación es lo suficientemente importante (crisis financieras globales, explosión de burbujas especulativas) se ponen en marcha procesos de retroalimentación que en vez de corregir los desvíos los amplifican. La idea general es la misma que la del multiplicador de Keynes-Kahn: un cambio inicial genera un efecto en cadena que aleja a la economía más y más de una hipotética situación de equilibrio “deseable”. Así por ejemplo, podríamos citar los efectos de la quiebra de una gran entidad bancaria. La crisis de liquidez que trae como consecuencia se propaga rápidamente, causando cierres en cadena y restricciones del ingreso de los consumidores que pueden comprometer la estabilidad del sistema y, en última instancia, su existencia misma.

¿Cuál es la anchura del pasillo neoclásico? ¿qué variables nos desvían de él? ¿Qué instituciones pueden aumentar la estabilidad del conjunto?. Podría ser interesante intentar pensar en el rol de las políticas de estabilización en este contexto. La existencia de una política monetaria adecuada ensancharía la región neoclásica, actuando además como un "mullido colchón", en palabras del propio Urrutia, que evita que el tren de la economía se salga de la vía. Es evidente que la adopción de políticas irresponsables (como el recurso a la impresión de dinero para pagar deudas) puede estrechar de tal manera el pasillo neoclásico que cualquier perturbación puede retroalimentarse hasta provocar una crisis de graves consecuencias. Una política monetaria irresponsable sería por tanto el equivalente a retirar la red durante la actuación de un equilibrista. Hasta la más pequeña ráfaga de viento podría tener graves consecuencias sobre la estabilidad del artista. 



La política fiscal enérgica podría pensarse como el “desfibrilador” utilizado en caso de urgencia. Una vez que la economía se encuentra dentro de una de las regiones keynesianas, parece claro que la necesidad de acción es imperativa, pues la existencia misma del sistema puede depender de ello. Sin embargo, se deben señalar en este punto algunas limitaciones fundamentales al empleo del presupuesto público en estos contextos. 


En primer lugar, el buen uso del desfibrilador requiere primero la conexión a una fuente de corriente. Si la economía se encuentra lastrada por un problema de déficit o de un sistema financiero inoperante, difícilmente puede el estímulo fiscal llevarse a cabo sin producir consecuencias incluso peores que las que en principio trataba de remediar. En segundo término, no debemos perder de vista el carácter excepcional de las medidas tomadas en este sentido. De la misma manera que el desfibrilador sólo sería adecuado para situaciones concretas, no se deben confundir remedios coyunturales con estructurales. Se podría argumentar a este respecto que los remedios keynesianos surgieron en un contexto determinado (la Gran Depresión de los años 30) y para responder a una situación determinada, pero que dejan sin resolver aspectos fundamentales para asegurar el buen comportamiento de las economías en el largo plazo (crecimiento de la productividad, mejora del capital humano y las instituciones, etc.). Garicano lo resume perfectamente: ser más productivos para vivir mejor. Y eso implica prestar atención a la mejora del capital humano.


El tipo de políticas concretas que se deberían utilizar parece también un aspecto muy relevante. La primera idea que me parece clara es que se deberían priorizar aquellos gastos públicos que expulsen el mínimo posible de inversión privada. En concreto, gastos en I+D o investigación básica aparecen como claramente adecuados. Por un lado, se trata de aspectos en los que la iniciativa privada podría no intervenir en la magnitud suficiente, debido a la dificultad de obtener rentabilidad a corto plazo de las mismas. Por otro, son garantía de productividad, y por tanto bienestar futuro.

Por último en esta nube desordenada de ideas, quizá, un aspecto importante relacionado con las políticas de estabilización es la secuencia temporal de las políticas. El orden seguido en la aplicación de las medidas dependerá de la situación de la economía en el momento de la crisis. Parece evidente, tal y como señala Leijonhufvud, que la aplicación de políticas monetarias o fiscales al rescate de entidades no puede generar efectos inmediatos en la economía real. Con toda seguridad, las entidades con problemas utilizarán el dinero para cubrir los agujeros de sus balances, y por tanto , las inyecciones de liquidez no se reflejarán en un aumento del crédito para las empresas. Es por ello que la secuencia que se debería seguir ante una crisis del sistema financiero parece clara: en primer lugar, reconocimiento de las pérdidas. Después, intento de reparación del sistema. Y en última instancia, estímulo propiamente dicho. El problema prioritario por tanto será sanear el sistema financiero, ya que se trata de una condición necesaria para que las medidas de estímulo de la inversión tengan un verdadero efecto sobre la economía real, y en última instancia sobre el empleo. 

Incluso por su físico, coincidente en los fundamental con el del manchego inmortal, Leijonhufvud se me aparece como un Quijote entre los Sanchos realistas de la teoría económica actual. Esperemos que, como la obra maestra que enlazo a continuación, sus ideas encuentren el lugar que creo que merecen dentro de la profesión. O al menos, y tal como ocurre en la obra de Cervantes, que el idealismo del hidalgo tiña de esperanza la resignación existencial del escudero.