Cuando Jaime Pablo escribió Let it be, hacía ya tiempo que el submarino amarillo de los cuatro de Liverpool se adentraba sin vuelta atrás en el abismo de una separación sin retorno, que dejaría a la música popular huérfana para los restos. Quizá abrumado por lo oscuro de los tiempos en aquel umbral del año 70, el mensaje invita a la inacción esperanzada, casi de fervor trascendental. Déjalo estar, es lo sabio, la recomendación de la madre Mary. Nunca gustó demasiado a Lennon la píldora, a pesar de la magistral envoltura y el tono azucarado del acompañamiento. Y debo reconocer que a mi tampoco me deja tranquilo, aunque sea sabio consejo en situación límite.
Es sin embargo fascinante que el propio Paul se diera a sí mismo réplica retroactiva, en lo que podríamos considerar un retruécano temporal o, viendo las cualidades del sujeto, un viaje temporal en toda regla. Y es que resulta que unos años antes, en 1968, escribía la clave de su inquietud futura. ¿Dejarlo estar? Sí, Después de cogerlo, llevarlo muy dentro y mejorar la canción. Hace ya diez años, el 25 de mayo de 2004 yo estaba allí, en cuarta fila del Molinón. El día que comprendí la respuesta, susurrada al cielo asturiano entre el aplauso de la multitud.
"Hey Jude, don't make it bad
Take a sad song and make it better
Remember to let her into your heart
Then you can start to make it better..."
Take a sad song and make it better
Remember to let her into your heart
Then you can start to make it better..."
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