Cuenta la leyenda que mientras otros presumen de derechos históricos, el primero que los reivindicó fue el montañés Corocotta. Probablemente inspirado por la ancestral bravura de los bisontes prehistóricos de las pinturas rupestres, decidió presentarse él mismo para cobrar la recompensa por su captura. Y no, no era de Bilbao (aunque seguro que tenía un primo). Sino de esa tierruca entre el mar y la montaña cuyo nombre muchos olvidan al volver la vista al brumoso norte. Lo imagino como los galos irreductibles de Astérix. Noblote, bruto, antilaredano...y poniéndose ciego a anchoas, haciendo las veces de mágica poción.
(Dedicado a Juan Antonio Cebrian, que nos dejó un octubre de hace ya 7 años)
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