A veces el deporte (y los Beatles) son la mejor vía de entendimiento entre pueblos. Eso debió pensar el americano Glenn Cowan cuando una serie de increíbles circunstancias le llevaron a subirse al autobús del equipo chino durante una competición de tenis de mesa.
En aquellos primeros 70, EEUU mantenía una relación abiertamente hostil con el gigante asiático, pero la supuesta "casualidad" lo cambió todo. Zhuang Zedong, campeón chino, se acercó ese día a un asombrado Cowan, le saludó afectuosamente y le obsequió con un retrato de las montañas Huangshang. Días después, el americano regaló a su rival una camiseta con la frase"Let it be" y el logo de la paz. Fue el comienzo del fin de la hostilidad.
La denominada Diplomacia del Ping-Pong continuó después con la visita de la selección estadounidense a China, y acabó con la apertura de relaciones oficiales entre los países y el viaje de Nixon. Pero lo más importante. Demostró que entre personas de buena voluntad no hay rivalidad política que valga. Que se lo digan a Forrest, que estuvo allí.
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