"Todos comos culpables de la situación, llega el momento de que hagamos sacrificios y nos apretemos el cinturón, los mercados así lo demandan. El salario mínimo nos impide contratar, y debemos relocalizar fábricas con beneficios para mantener la competitividad" dijo el conocido empresario. Y el sudor frío de la incertidumbre existencial cubrió su frente. Acto seguido, y con una pena que le encogía el alma, comenzó a degustar el exquisito solomillo, mientras guiñaba el ojo al político de turno.
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