Cada vez que bajo al metro, me encuentro con el Thatcheriano y poco neutral lema de Madrid como la suma de madrileños, y me doy cuenta de que nunca podré compartirlo. No se puede definir un equipo por la suma de individualidades (que se lo pregunten a España en el último mundial). Con la convicción de que unas patatas de Zatón no se pueden describir como la adición aislada de sus ingredientes, me rebelo y me dan ganas de plasmar en un graffiti corrector mi descontento. Madrid son los madrileños...+/- épsilon. Y ese residuo no explicado es la salsa secreta. Un poco de todos y a la vez de nadie.
Me doy cuenta así mismo del error totalitario (y peligroso) que constituye la costumbre marxista de definir colectivos y dicotomías, que en última instancia están por encima del individuo. "el proletariado". "la casta", "el Madrid", "los catalanes y los españoles". Nunca podré creer en el mundo planificado desde arriba que me dibujan Podemos y el madridismo al uso, ni en el excluyente del nacionalismo identitario. Me hielan los huesos el individuo desnudo y la deconstrucción social de la autodenominada derecha "liberal" española, y ni siquiera planteo como opción al que ya ha demostrado de lo que (no) es capaz. A mi paisano Revilla (al que por otra parte quiero mucho y me cae muy bien) le diría, resumiendo mi opinión sobre su gestión, solo una cosa: "puerto de Laredo". Así que tengo una papeleta, una idea que va tomando forma, varias urnas en el horizonte...y mucho me temo que pocas certezas, querido John.
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