Un domingo cualquiera del final del otoño. Cuando nadie mira, me descubro deslizándome furtivo hacia la sección de juguetes del Corte Inglés de Castellana. Y allí está, como cada año. Esa maravilla articulada llamada barco pirata de Playmobil. La esencia de la diversión al módico precio de 40 euros. Mi mano se desliza temblorosa hacia la cartera, mientras levanto las solapas de la gabardina y me cercioro de que nadie contempla la estampa. ¿será posible?. Dudo por un instante, mientras mi mente vuelve en VHS a las interminables tardes de los primeros 90, en casa de Mac Nur, Chema, O Rafi. Una sonrisa se dibuja en mi rostro barbudo y me acerco al preciado botín.
Pero algo interrumpe el éxtasis juguetil. De repente, una dependienta me divisa a lo lejos y se acerca a paso raudo. El hechizo se rompe, disimulo y me dirijo con paso veloz a la escalera mecánica. "buscaba usted algo?" "no, nada, muchas gracias. Me he confundido de sección". Y mientras la quinta planta queda atrás, y con ojos vidriosos, vuelvo a la realidad y me preparo para mi siguiente clase del domingo. Quizá la semana próxima lo consiga.
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