sábado, 31 de enero de 2015

Las consecuencias históricas de Mr Churchill

Este enero se cumplen 50 años de la muerte de Winston Churchill. En plena Beatlemania (es curioso que el segundo nombre de Lennon se lo pusieron en su honor), Ias grúas de la orilla del Támesis se inclinaban para dar su último adiós a un hombre improbable, contradictorio, inclasificable y con varias personalidades. El último verdadero gobernante de un imperio. Bonitas imágenes de una época. De entre todas sus ocurrentes frases y lo dijeron de él, me quedo con dos extractos de sus discursos y otra descripción magistral del personaje llevaba a cabo por Alan Brooke, jefe de su Estado Mayor durante la guerra.
Churchill, en pleno bombardeo de Inglaterra por parte de los Nazis (1940).
"Defenderemos nuestra isla, lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y las calles, lucharemos en las colinas; y... nunca nos rendiremos".
"Preparémonos para nuestros deberes y no dudemos de que si el Imperio Británico dura mil años, los hombres del futuro dirán... "aquella fue su mejor hora""
Alan Brooke, después de la guerra:
"Y lo curioso es que 3/4 partes del mundo piensan en él como uno de los grandes estrategas de la historia (...) y el otro cuarto no tiene ni idea de la amenaza pública que ha representado durante la guerra (...) Sin él, Inglaterra estaba irremediablemente perdida. Con él, hemos estado al borde del desastre una y otra vez. Nunca he odiado y admirado a la vez alguien de igual manera. Nunca extremos tan opuestos se han combinado en el mismo ser humano..."

jueves, 29 de enero de 2015

Mind Games

Cada vez que bajo al metro, me encuentro con el Thatcheriano y poco neutral lema de Madrid como la suma de madrileños, y me doy cuenta de que nunca podré compartirlo. No se puede definir un equipo por la suma de individualidades (que se lo pregunten a España en el último mundial). Con la convicción de que unas patatas de Zatón no se pueden describir como la adición aislada de sus ingredientes, me rebelo y me dan ganas de plasmar en un graffiti corrector mi descontento. Madrid son los madrileños...+/- épsilon. Y ese residuo no explicado es la salsa secreta. Un poco de todos y a la vez de nadie. 
Me doy cuenta así mismo del error totalitario (y peligroso) que constituye la costumbre marxista de definir colectivos y dicotomías, que en última instancia están por encima del individuo. "el proletariado". "la casta", "el Madrid", "los catalanes y los españoles". Nunca podré creer en el mundo planificado desde arriba que me dibujan Podemos y el madridismo al uso, ni en el excluyente del nacionalismo identitario. Me hielan los huesos el individuo desnudo y la deconstrucción social de la autodenominada derecha "liberal" española, y ni siquiera planteo como opción al que ya ha demostrado de lo que (no) es capaz. A mi paisano Revilla (al que por otra parte quiero mucho y me cae muy bien) le diría, resumiendo mi opinión sobre su gestión, solo una cosa: "puerto de Laredo". Así que tengo una papeleta, una idea que va tomando forma, varias urnas en el horizonte...y mucho me temo que pocas certezas, querido John.

jueves, 8 de enero de 2015

Indurain. Héroe del silencio y orgullo de los 90

Hubo un tiempo en que las mayores alegrías futbolísticas para este país de contrastes venían dadas por las victorias de Oliver Atom frente al tojú, o las asombrosas recuperaciones de Julian Ross tras triple bypass a corazón abierto. En aquellos ya lejanos días, el pase a dieciseisavos de Wimbledon del maravilloso Pato Clavet merecía el chascarrillo orgulloso de Matías Prats como noticia de portada de la sección de deportes. Sí. Es cierto que Carlos Sainz todavía ganaba mundiales, y que extraterrestres como Ballesteros u Olazábal nos quitaban la sed en nuestro desierto balompédico. Y también que el propio Clavet será para siempre mi jugador favorito. Pero si alguien contribuyó a sacarnos de las tinieblas, esas del "no se ahogó ninguno" como noticia de los mundiales de natación, fue Miguelón. Para estos niños actuales de la ESO, hijos de verano deportivo, que mamaron el gol de Iniesta y la tiranía de Nadal, debo aclarar que no me refiero al hermano de Antonio Alcántara. Sino a un superhombre de Villava, parco en palabras pero noble de corazón y bravo de espíritu. Indurain llenaba nuestros julios, y convendría no olvidar que nos trajo la primavera. Fue el embajador de lo que luego vino. Aunque clarísimamente se confundiera de marca de Sobaos.