jueves, 20 de noviembre de 2014

La lluvia de noviembre (IV) Revolution, reverso... ¿tenebroso?

A pesar del monumental enfado de Lennon, Revolution nunca estuvo mejor representada que como cara B del single de Hey Jude. A la vista de los precedentes, el cambio radical debería quedarse en eso. Un plan secundario, al reverso de la senda principal del sinuoso surco del vinilo de la civilización humana. Robespierre, Lenin o Mao quizá tuvieran en común un magnífico diagnóstico de las penurias de sus respectivos pueblos. Pero más importante que eso, todos a su manera y con sus matices se convirtieron en aquello a lo que combatían: tiranos intransigentes. Salvando las grandes y sobre todo democráticas distancias, parece que Podemos toma perfectamente la temperatura a la casta. Aunque eso ya lo hicieron los Simpsons años antes. Vivimos rodeados de canteros, reunidos en sus pequeñas camarillas para amañar lo emponzoñable. Y hacerse ricos por el camino.
Quede claro que no niego a Pablo Iglesias la brillantez de la estrategia ni la oportunidad de la denuncia (aunque ya puestos, me gusta bastante más el estilo de Íñigo Errejón). Como Felipe González en Suresnes, ha lanzado el órdago en el momento preciso. O como yo quiera o sin mí. Y lo ha acompañado de una marcha atrás en la utopía. Ahora ya parece que la deuda se pagará, y que la renta no será para todos los españoles sino para los que lo necesiten. Pero luego, esa retórica marxista de conquistar el cielo chirría. Por el desastre que es el marxismo llevado a la práctica. Por lo beligerante de la expresión. Porque Marx siempre supeditó en el fondo los derechos del individuo frente a los colectivos. Y finalmente, porque el ruido sigue sin concretarse en ninguna propuesta fundamentada que llevarse a la boca.

martes, 18 de noviembre de 2014

La lluvia de noviembre (III). Warhammer o el distópico futuro de la felicidad pasada.

No sé si fue la falta de rumbo de mi tradicional paseo aleatorio por Argüelles tras la última clase del día, quizá mi inusualmente poblada barba de heavy hetero rolero-soltero o la curiosa camiseta negra que tocó en suerte en el sorteo diario frente a la balda de prendas funcionales dispuestas a embadurnarse de tiza. Pero el caso es que iba pensando en la intuición gráfica detrás del núcleo de un espacio vectorial, cuando me encontré de repente delante del escaparate de la tienda de Games Workshop, sita en la calle de Andrés Mellado.
Un sentimiento de nostalgia y nerviosismo me invadió mientras cruzaba la puerta y veía las miniaturas y sobre todo, a los jugadores de las mesas. Miradas jóvenes con brillo, llenas de ilusión e imaginación. Camisetas negras, pelo largo, rodeadas de un inconfundible acompañamiento de Heavy noventero. Discretamente, observé sus movimientos y onomatopeyas de batalla mientras las tiradas de dados iban despejando la mesa. Con disimulo, hojeé reglamentos, visualicé estrategias, apreté puños ante victorias improbables y recordé momentos inolvidables. Fue entonces cuando un joven dependiente, acreditación al cuello con el nombre de Lir, se ofreció para introducirme en el maravilloso mundo de las novedades de Warhammer. Bebí sus palabras ansioso, mientras mi timidez me impedía pedirle el Nightfall de Blind Guardian de guarnición musical. Me gustó comprobar su entusiasmo y buen trabajo. Recordando en ese momento mi análisis furtivo de los malos resultados contables del último año fiscal de la compañía, mi mente echó mano de una figurada cartera con el objetivo de llevarme media tienda.
Fue entonces cuando las todavía aisladas pero incipientes canas de mis otrora all-negras sienes hicieron mella en mi ánimo. Atropelladamente, me despedí, rumbo a la realidad, quizá temeroso de invertir el sueldo de Agosto en miniaturas y pinturas varias. No sin antes darme ganas de abrazar a toda aquella pléyade de cracks que disfrutaba el viernes tarde en aquel rincón. Y llevando en mis manos esta maravilla, quizá más acorde con mis inquietudes futuras que con un pasado que nunca olvidaré.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Agenda para un cambio contrastado (I) El origen del problema: los años expósitos (2000-2010)

De los felices 90 a los locos años 20, cada década del siglo XX recibió un subjetivo apellido en función de las sensaciones y vivencias que dejó para la historia. No existe unanimidad en las denominaciones entre países ni culturas, porque lo que en un lado va bien, puede ser que en otro vaya desastrosamente mal. No faltan tampoco las denominaciones genéricas ("los setenta" o "los cuarenta"), quizá representativas de la prudencia en calificar unos años tan diversos y convulsos. 

Pero existe un decenio sin nombre conocido ni apellido consensuado, y comprende precisamente esos años que comenzaron en la piel de toro con la hegemonía del Partido Popular y las alabanzas a su buena gestión económica, Según la célebre predicción de Sergio Dalma, bailábamos más pegados a Europa que nunca, e incluso este carácter continental se quedaba pequeño para algunos. Pero lo cierto es que, entre alabanzas al supuesto magnífico gestor que era Rodrigo Rato, se cocinaba la tormenta perfecta cuyos efectos sentimos todavía hoy. 

Por un lado, un sobreestimulado  mercado de la vivienda, que aparecía como la opción más atractiva para ganar dinero en poco tiempo e incluso mantener la riqueza por generaciones. Los bajos tipos de interés que trajo consigo el euro y el tratamiento fiscal favorable echaban combustible a una locomotora que parecía capaz de adentrarnos en un siglo XXI de bienestar nunca alcanzado. 

Por otro, una desastrosa legislación, que permitía a los agentes inmobilizadores convencer legal o ilegalmente a los necesitados y plenipotenciarios ayuntamientos de emprender farónicas obras. En muchos casos, las corporaciones actuaron dominadas por el cortoplacismo, cuando no el afán de lucro de sus insignes administradores.

Y en el medio, una sociedad que veía con despreocupación injustificada como la mayoría de sus todavía inexpertos hijos entraban en un camino a ninguna parte, abandonando los estudios seducidos por el fácil billete verde asociado al pelotazo constructor. Y sí, allí estaban también las famosas cajas, aportando el ficticio carbón del crédito cuando la máquina hacía amago de detenerse.

La apuesta aparece a posteriori como clara. Crecimiento intensivo no basado en el incremento de la productividad (hacer las cosas mejor), sino en incorporar legiones de trabajadores no cualificados a la rueda especulativa. Mientras los precios de la vivienda se incrementaron, pocos advirtieron la desnudez del Rey. Fue tras el pinchazo, ya en plena era de Zapatero el Leve, cuando todo estalló y vimos que, al contrario del consejo bíblico, no habíamos guardado en los años de vacas gordas.

Como adolescente de la época, y estudiante de Economía en los años del Boom, creo que toda una generación que ahora se pronuncia quedó marcada a fuego por los excesos de los que no eran responsables. Una manera de gestionar las instituciones como chriringuitos particulares nos ha sido legada sin comerlo ni beberlo. Las desigualdades persisten y se incrementan, y no han sido los responsables los paganos, fundamentales, sino muchos de los nuestros, De esos con los que compartíamos pupitres en el recién creado último tramo de la Educación Secundaria Obligatoria. Mientras que todos corrieron a atribuirse el mérito del crecimiento (¿con pies de barro?), la derrota no tiene padres, y los que deberían responsabilizarse nos han dejado a la puerta del hospicio. Califiquemos por tanto a aquellos años con el orgulloso apellido de Expósitos. Porque después del espejismo, es necesario el cambio, pero uno fundamentado. Comenzaremos esta segunda quincena una serie con propuestas de los que saben, no sin antes recomendar vivamente este magnífico Tour de Force. Y escuchar a los verdaderos profetas de lo que estaba por venir. A los que quizá no tuvimos en su momento la humildad de prestar atención.





miércoles, 12 de noviembre de 2014

Crónica en rosa (I) Paul Sweezy, un economista digno de Hollywood

Conocí de la existencia de Paul Marlor Sweezy (1910-2004) una fría mañana del otoño de 2003, mientras las primeras hojas desnudaban los esforzados árboles de aquel Santander ventoso que se me antojaba como gran metrópolis, alejada de los usos y costumbres de un todavía imberbe muchacho de pueblo.

Quizá sorprendido por la magnífica sonoridad del apellido, decidí prestar especial atención a la explicación, obteniendo como recompensa una idea razonable sobre el sencillo modelo que el profesor Coto desarrollaba en el moderno pizarrón del aula de segundo. Me pareció incluso natural la tendencia de los precios a permanecer relativamente fijos en presencia de mercados de oligopolio, y la intuición matemática de la curva discontinua de ingreso marginal en presencia de sencillas conjeturas sobre la variación del precio se me reveló como la obra de una mente preclara y sintética. La disyuntiva entre el miedo a una guerra de precios descendentes y el miedo a quedarse sólo en los incrementos es la clave que podría explicar, sin necesidad de conspiraciones explícitas contra el consumidor, la relativa falta de competencia en precios entre las empresas.

Poco a poco, y a pesar del cariño que siempre tuve por aquella primera artesanía, mi mente se fue llenando de juegos dinámicos, castigos a la traición y conspiraciones sofisticadas para amañar concursos en función de la fase lunar. Pero la curiosidad por Sweezy persistió, y me llevó a bucear en una trayectoria fascinante, entre extremos, que le llevó a ser conocido como el principal representante del Marxismo en la América conservadora de los tiempos de la Guerra Fría, a la vez que contribuía a la teoría neoclásica con su modelo de la demanda quebrada y mantenía (y defendía incluso con un proceso personal contra él) la llama de la libertad de expresión con la publicación de la revista radical Monthly Review cuando más se necesitaba, en plena época de la caza de brujas. Del primer número de aquella emblemática revista es precisamente este artículo de Einstein sobre la conveniencia del socialismo, que posiblemente no ha envejecido nada bien desde la perspectiva escéptica de nuestros días pero que constituye un ejemplo insuperable de los ideales de toda una época. A pesar de que no faltan los críticos que le acusan de cercano a las tesis estalinistas y de la innegable caída  en desgracia de la economía marxista dentro del mainstream, me gustaría destacar en esta pequeña reflexión dos rasgos distintivos de luz, olvidando las posibles sombras, que quedan en su caso para el hombre y su tiempo.

Por un lado, y a pesar del fracaso predictivo del marxismo ortodoxo, Sweezy supo ver más allá y más lejos. A pesar quizá de apoyarse en un gigante más frágil de lo que él hubiera querido, consiguió sintetizar en su libro de Teoría del Desarrollo Capitalista (1942) un modelo imperfecto pero cohesionado y más claro que el original del planteamiento marxista. E introdujo allá por los años 70 el concepto de financialización de la economía, como recurso utilizado por los capitalistas para emplear los excedentes procedentes del disfrute de sus posiciones de dominio. En este sentido, convendría volver la vista y analizar sus contribuciones. (un resumen general de las mismas aquí y uno de los aspectos financieros en este otro enlace)

Y por otro, una pintoresca nota teñida de crónica rosa. Sweezy fue un hombre de improbables aristas, hijo de su tiempo, lleno de paradojas y quizá por ello digno de atención. Su amistad quizá improbable con el conservador e irónico Schumpeter  (con el que llegó a mantener concurridos debates públicos) y la no disimulada admiración de colegas más ortodoxos como el brillante Samuelson (que llegó a decir, quizá con cierta melancolía tras su deriva posterior, que Sweezy apareció rápidamente como uno de los economistas más prometedores de su generación) me permite imaginarlo encantador aunque incisivo. Un ser atormentado y radical, aunque exquisitamente educado, como corresponde al producto improbable de un marxista hijo de banquero de Wall Street y educado en  Harvard y Exeter, A pesar de nunca conseguir un puesto en su Alma Mater como profesor estable, desarrolló una gran habilidad para la docencia, acrecentada quizá por su buena presencia. Puedo imaginarlo, impecablemente vestido con chaqueta de coderas, ya con nieve en las sienes. El aula a rebosar, esperando las lecciones sobre el problema de transformación del viejo radical. Y en mi mente, inevitablemente, se me aparece la imagen de otro Paul, también de ojos azules.

"Witty, and charismatic, Sweezy had a wide circle of friends, colleagues, and comrades, and an energetic social life..."

The Guardian, 2004.








martes, 11 de noviembre de 2014

La lluvia de Noviembre (II) Chaqueta verde para Leijonhufvud

En mi peregrinar frecuente por las orillas de la corriente principal, de nuevo me he encontrado con un viejo amigo. Y es que Leijonhufvud nunca defrauda en lo que a intuiciones se refiere. Bien es cierto que, siguiendo el consejo de Fernández-Villaverde, suelo caminar precavido y no me detengo con cualquiera, pues heterodoxia e ignorancia son con frecuencia compañeras de viaje. El caso es que el Quijote sueco es mi debilidad, y freuentemente paso el resto del camino pensando en lo aprendido.

Como ya he escrito con anterioridad, la idea del pasillo neoclásico, aparecida por primera vez en un quizá injustamente olvidado legajo de 1973, me parece muy relevante para ordenar el pensamiento sobre los abundantes problemas de la macroeconomía actual. La intuición básica tiene que ver con la existencia de situaciones en las que los mecanismos autorreguladores propios del mercado (ajustes de precios) devuelven a la economía a un hipotética situación de crecimiento estable, en la que se consigue un grado de coordinación razonable y las variables más relacionadas con el bienestar último de los individuos se encuentran en valores" adecuados" (baja tasa de desempleo, confianza en las instituciones, buenas perspectivas de futuro). Más allá de los márgenes de la senda se extiende sin embargo la oscuridad. Los procesos multiplicadores que alejan a la economía de la estabilidad (endeudamiento contagioso, caídas sucesivas de la demanda efectiva y el empleo, desigualdad campante y discriminatoria, inestabilidad monetaria, ruptura de la confianza necesaria para la coordinación) acechan agazapados. Como buen Mufasa, ningún gobernante benevolente debería  recomendar a los cachorros de león adentrarse en ese tipo de lugares poco conocidos, y se necesita una acción enérgica del Estado (políticas de rescate) para retornar a la armonía. Pues bien, la nueva idea sería introducir mayor cantidad de regiones. No hablar de blanco y negro sino de tonalidades de grises. Varias sendas rodeando a la homeostática en la que la Mano Invisible de Adam Smith y las señales de precios intuidas por Hayek campan a sus anchas y el mercado funciona como en los bonitos y estilizados  modelos de economía de pizarrón. ¿Cuál es la anchura de cada una? ¿Qué políticas aplicar una vez definida la situación?. Aunque parezca que no, ya sabemos cosas. Aunque las escuelas de pensamiento discutan largamente sobre las indicaciones y contraindicaciones para el paciente de las distintas medicinas y medidas correctoras en función de la situación, la historia ha ido enseñando lecciones útiles: cuidado con el sistema financiero, salvar bancos puede que sí, salvar banqueros no, las políticas no son neutrales en materia de distribución, los controles de precios son una mala idea...

Llevando la intuición más allá, se trataría de establecer un marco de pensamiento que permita, acumulando lo que ya conocemos, delimitar áreas y anchuras, para luego aplicar el remedio. No es lo mismo buscar el éxito desde el green que en el rough. Salir del bunker requiere especial habilidad. Y no será porque nos falten Seves para solucionar incluso situaciones aparentemente desesperadas. Ahí están los Stiglitz y Akerlof, especialistas en zonas oscuras. O los Fernández-Villaverdes, expertos en mantener esa bolita de la que depende el bienestar de todos bien metida en la calle que asegure el mínimo de golpes posibles para reclamar el aplauso del público (obviemos por razones de confusión lo de meterla en el hoyo). Añadiría en esta visión las sabias palabras del profesor Anisi. A pesar de que esa gran bolsa de palos que es la teoría económica parece proveernos de material para superar cualquier amenaza de Bogey, precisamente en nuestra esclerótica Europa parece que el caddie no da con los palos correctos. Mucho corto, poco drive. Y en este caso parece que perdemos la Ryder de paliza. Pongámonos manos a la obra, porque la hierba es cuando menos alta. Pero antes de continuar, reclamo a viva voz la chaqueta verde de Augusta para alguien hace tiempo fuera del recocimiento oficial. Un brindis por Axel, que siempre está ahí, haciéndome maquinar a mi y a mis quizá sufridos alumnos. Deberían permitir incluso, como al inolvidable Ballesteros, llevarse la prenda a su Pedreña particular. Y de paso, que con el Gran Causelo y Anisi de testigos reales o espirituales, se la ponga Juan Urrutia, viejo compañero suyo en aquella efervescencia de los primeros 70.




lunes, 10 de noviembre de 2014

November Rain (II) A Green Jacket for Leijonhufvud

During my frequent journeys beyond the edge of the mainstream, I usually meet some old friends here and there, and Axel Leijonhufvud is certainly one of a kind. I have found through the years that behind his analytical modesty he's a hidden master of intuiton. It is also true that, following  the valuable advice of Fernández-Villaverde, I always walk cautiously and I don’t stop with anybody unless I find something that really matters, because heterodoxy and ignorance are often traveling companions. The fact is that the Swedish Quixote is my weakness, and I usually spend the rest of my way thinking about what I’ve learnt in my casual meeting with his original ideas.
As I have written before, I'm fascinated with the idea of the existence of a neoclassical corridor, which first appeared in perhaps an unjustly forgotten sheaf of 1973. It appears to me as a good framework for thinking about fixing the numerous problems of modern macroeconomics theory. The basic intuition is related to the existence of situations in which the  self-regulatory mechanisms of the market (price adjustments) are able to mantain the economy in a scenario of steady growth, in which a reasonable degree of coordination is achieved and variables more related to the ultimate welfare of individuals are stuck in "proper" values (low unemployment,  high level of confidence in institutions, good prospects)... Beyond the edges of this idyllic path, darkness spreads. Multiplier processes appear everywhere (contagious bankrupcy mechanisms, successive falls of effective demand and employment,  discriminatory rampant inequality, currency instability, the breakdown of confidence to coordination..). As King Mufasa knows well, no benevolent ruler should recommend lion cubs to venture into such unfamiliar places and vigorous public actions (rescue policies) are required to return to a situation of harmony in the system.
The new idea would be to introduce greater number of regions in the analytical framewok. Not only black and white but shades of grey. Several trails surrounding the homeostatic region where the Invisible Hand of Adam Smith and price signals intuited by Hayek are dominant and the market works. ¿What is the width of each region? ¿What policies shuold we implement after defining our position?. Believe it or not, we know  some things. Although different schools of Economic Thought still argue about the indications and contraindications of different medicines and remedies depending on the situation, history has taught us useful lessons: beware of the financial system/ saving banks maybe, save bankers is never a good idea/ the policies are not neutral in terms of distribution, price controls are dangerous tools...
Carrying intuition beyond, the idea would be to establish a framework of thinking that allows us to accumulate what we already know, delineate areas and widths, and then apply the best remedies in case of need. It’s different when the ball is on the putting green or on the rough. It could require special skills to save the sand trap. And it is not preisely that we lack Seves to solve even seemingly hopeless situations. We have Stiglitz and Akerlof, specialists in dark areas. Or the Blanchards and Fenández-Villaverdes, true experts in maintaining the ball into the fairway to ensure the minimum possible strokes to claim the applause of the crowd. I would add to this view the wise words of Professor Anisi and Joan Robinson. Although this great golf bag that is the economic theory seems to provide us with material to overcome any bogey threat, It's precisely in our sclerotic Europe where it appears that the caddy does not give us the correct clubs. And in this case we have already lost the Ryder Cup. Let's try to find the right brat, because the grass is at least high on the surroundings. But before continuing, l loudly suggest giving the Green Jacket of Augusta to someone outside the orthodoxy. Three cheers for Axel, who is always there, with the right focus everytime. They should even allow him to take the championship coat to his particular Pedreña, as the unforgettable Ballesteros did. And incidentally, with the Great Causelo and Anisi as real or spiritual witnesses, Juan Urrutia could be a good candidate for giving him the trophy, as an old colleague at that effervescent madness of the first 70s.




domingo, 9 de noviembre de 2014

En memoria de Jesús Lobato de Blas, profesor irrepetible

(En memoria del profesor Jesús Lobato de Blas, tras conocer la triste noticia de su fallecimiento)
Recuerdo el sonido del silencio expectante aquel primer día de clase, en el ya lejano otoño cántabro del primer año de universidad. El menudo profesor, de vestimenta impecable y maletín a su vera, se ajustó el micrófono y quizá en aquel momento fuimos todos conscientes de verdad del inicio de una nueva etapa. A pesar de no ser corpulento, imponía. Sin parecer para nada el último invitado del Club de la Comedia, se ganaba al auditorio, en una mezcla seductora de autoridad e ironía, a la que contribuía una peculiar manera de pronunciar la erre. Creo que generaciones enteras recordarán a Cuquín, el perro de fabulosa herencia. Y experimentan probablemente todavía hoy en día el dolor de la patada olímpica al millonario can, debido a la mala redacción del testamento de la acaudalada señorona. Me parece aún estar viendo el característico golpe sobre la mano izquierda, extendida, mostrando de manera teatral la palma. Casi mentalmente puedo recitar la contestación. "Toda empresa...escritura e inscripción en el Registro Mercantil...(repetición enfática, cambiando entonación para arrancar el aplauso mental de las miradas todavía verdes en la materia) Como es natural, escritura e insscripciónnnn señores!!".
A pesar de la distancia cada vez mayor de aquellos días, me podría extender en nombres y detalles. Mientras repaso mentalmente los bonitos recuerdos, me sumo en un silencio respetuoso y reverencial, como el de aquel primer día. Por un gran profesor, del que aprendimos mucho. Sirva la melodía enlazada como improvisado Padrenuestro por un creyente confeso, que con sus filias y fobias, nunca escondidas, abrió a golpe de magisterio la incierta senda que cada uno de nosotros todavía transitamos, y que nunca debiéramos olvidar que comenzamos juntos. Descanse en paz, Don Jesús Lobato de Blas, Catedrático de Derecho y testigo de un tiempo ya irrepetible.



jueves, 6 de noviembre de 2014

At the zoo, metáfora de la alienación urbana



Quizá no por casualidad, los sombríos 70 fueron la década de las ciudades. Mientras nos convertíamos en alienados urbanitas y dejábamos atrás la vida rural, no nos dimos cuenta de que probablemente incluso hoy seguimos encerrados en jaulas invisibles de gris metal, cada uno con la rareza propia de su especie y mirando recelosamente al resto. Simon y Garfunkel lo vieron venir ya en el 67. Y de paso sentaron inadvertidamente las bases de "Marta tiene un marcapasos". + 30 puntos de victoria indiscutibles.

"The monkeys stand for honesty
Giraffes are insincere
And the elephants are kindly but they're dumb
Ourang-outangs are skeptical
Of changes in their cages
And the zookeeper is very fond of rum..."




domingo, 2 de noviembre de 2014

La lluvia de noviembre (I) Lakers and Celtics...those were the 80s!

Si acciono el ya vetusto cinexin de mis primeros recuerdos, la década de los ochenta aparece como una nube vertiginosa, borrosa por momentos, pero que deja entrever la suficiente claridad para distinguir desde mis ojos de curioso retaco los trazos fundamentales de un cuadro al que recurro con frecuencia en mi búsqueda continua del punto fijo.

La cinta VHS de mi memoria comenzó la grabación cuando los personajes principales y el drama ya estaban ahí. Comienza la película, que no mi defectuosa reproducción, con la invasión soviética de Afganistán y el boicot americano a los juegos de Moscú. Cuando parecía que volvía a empezar, John Lennon nos dejó en cierta manera aunque nunca se fue, y Reagan cautivó con su profesional oratoria de actor de Hollywood a una América ahogada por el dragón de la recesión, y en la que salía más barato pedir prestado a la mafia que al banco de supuesta confianza. En nuestra tierra de conejos, Felipe llegó del barrio de la Estrella, al Este de Sainz de Baranda, entre promesas de un cambio que se produjo, aunque el final del cuento no fuera todo lo feliz que se barruntaba, quedando como epílogo un sonoro divorcio de ese Alfonso de combativo apellido que levantaba el brazo de su compañero ante la multitud expectante delante del hotel Palace.

Recorro por fin entonces mi propio metraje al distinguir a mi padre, delgado y con el primer botón de la camisa desabrochado, con los ojos como platos, al calor de las estrellas. Me parece todavía distinguir el blazer y la poblada barba de Ramón Trecet. A su vera, Vicente Salaner. Tardes de ajedrez entre ducados y la casa llena de novelas de espías de un tiempo ya en los libros.

Ante el primer amago de carta de ajuste, y tras un paso demasiado fugaz quizá por las alegres navidades en casa de los abuelos, distingo entre la niebla de una cinta ya algo menos magnética la permanente de mi madre, que proféticamente indicaba una constancia en su labor y cariño que sigue estando de actualidad. Advierto cierta saturación en el contraste, aparentemente irresoluble desde el mando a distancia neuronal que controla la incierta navegación por mis orígenes. Y es entonces cuando me llega la iluminación que pone broche al esfuerzo. Los 80 fueron de eso. De posiciones encontradas y visiones contrapuestas. La zurda genial pero malhumorada de McEnroe contra la frialdad robótica pero eficaz del machacón Lendl. El soberbio, no sólo por su calidad, Madrid de la Quinta de Buitre contra un alicaído pero emergente Barcelona todavía de diván. El estilista González frente al competitivo Abascal. Karpov, el rey de las ventajas minúsculas, frente al tigre enjaulado Kasparov. El exquisito Norris contra el esforzado Martín. Los bloques de la Guerra Fría, y Alemania dividida.

Me alegra que la década acabara con algo de esperanza. Lo mismo que un Karpov ya con nieve en las sienes intentó visitar en la cárcel a su irreconciliable rival unos años después, denunciando con el gesto la persecución política de los disidentes, el muro cayó en aquél noviembre del 89. Ambos acontecimientos, en lo grande y lo pequeño, estuvieron cronológicamente separados. Pero me parecen simbólicos de que al final los enemigos no lo son tanto, aunque toda una década se dedicara a subrayar lo que nos separa. Así que sí, en efecto. Australian Blonde tiene toda la razón y llega el fundido a negro con su sintética conclusión. Lakers and Celtics....eso fueron los 80. y a mí me gustaría pensar en un final atemporal con los dos equipos abrazados en el centro del campo.