martes, 2 de diciembre de 2014

Lebron James ya está de vuelta (en casa)


He insistido ya en este pequeño archivo de impresiones en que el umbral de los 30 es momento de mirar atrás y reflexionar sobre el cambio acelerado de tu última década. Y es verdad que muchas veces me he preguntado qué me diría a mi mismo con 10 años menos. La respuesta la tengo clara. "Tienes derecho a confundirte, y posiblemente la necesidad de hacerlo. Las veces que sea. Con tal que aprendas de cada uno de los errores y busques el camino que de verdad es el tuyo".
Además de nuestras comparables condiciones para el basket, tengo en común con Lebron James que ambos somos hijos del orwelliano año 84, por lo que puedo suponer que se encuentra envuelto en el mismo dilema metafísico. Me alegra comprobar que parece haber encontrado la senda tras unos años de nubes bajo el sol dorado de Miami. Y como es natural, ésta lleva de vuelta al lugar que nunca debió abandonar. A casa, a la sufrida Cleveland, que le recibirá como al hijo pródigo de la parábola. No puedo evitar sin embargo tener la sensación que tanto él como yo nos podríamos haber ahorrado ciertos rodeos si desde el principio hubiéramos escuchado las sabias palabras de dos genios. Allí estaban, susurradas al viento, esperando para el que tenga oídos.